martes, 3 de noviembre de 2009

Cuando mensajear: es la conFUSIÓN.


Una mañana del mes de Julio  durante las vacaciones decretadas por el avance descontrolado de la fiebre Ah1n1 me desperté  pensando si aún en el centro seguían trabajando. Debía pensar que tambien los aprendices de dictadores, los benevolentes jerarcas de Supuestos ismos en los que navegan ellos solos como vejigas, como bolsas con caca inflados y meteorizados por sus fuelles publicitarias que no se cansan de soplar con ese aliento putrefacto de autoridad, esa hediondez omnímoda al borde del colapso, esa ventosidad bucal de relleno sanitario que los caracteriza y de la cual son víctimas y victimarios. Halitosos miembros y espectadores del hadez-parnaso, capaces de hacer cualquier cosa con tal de quedar bien con los alineados usuarios especatadores.


Pues sí, mensajee desde mi habitación, con una luz tenue que ingresaba por mi persiana desgastada por el tiempo. Al cabo de minutos una respuesta aproximo mis dudas, ellas seguían ahí. Sí, estaban todavía ahí. No hay virus que contenga su sed de explotación, estaba la geisha incondicional tirando la franela cerca a su computador, computando disque, los libros que solo ellos lo habían revisado para exponerlo al polvo, al olvido, al lujo suntuoso de sentir placer vano.

Hasta esos días los mensajes con ella habían sido más frecuentes, mensajes cargados de sentimientos, mensajes con peticiones y compromisos superficiales, me había dado cuenta que la forma en que escribía estaba causando cierta respuesta inesperada en ella. De alguna manera u otra el contenido de nuestros mensajes estaba creando lazos que ambos no podríamos continuar, solo una vaga ilusión recorría los soles gastados en las tarjetas invertidas en mensajes atentos.

Las vaciones forzadas fueron extendidas, no nos  reencontraríamos por esos balcones bajo el cielo gris de la aquella "esperanza perdida". Ella seguiría radiante y más atenta que nunca, su sonrisa  no abrigaría las mañanas, mis mañanas.

Pocos días después algunos mensajes fueron explicando las razones del silencio que nos fue separando, algunos compromisos inconclusos perdidos en la enmarañada telefónica anunció que algo más grande se iba cosechando tras los mensajes. A decir verdades ya habían pasado mas de 100 mensajes para que logremos entender que era más fuerte lo que ambos escribiamos. Comprendí que nos fuimos atrayendo sin querer, la fuerza de los mensajes rendía sus frutos. La única vez que caminamos bajo la llovizna, cerca a una iglesia de noche y empadados reíamos sin importarnos nada, fue la única y penúltima noche que sentí su aliento cerca, recorrimos de la mano, inclusive atreví a llevarla abrazada, sentí de cerca el olor de su negra cabellera, nos reímos juntos, y de la mano caminamos. Esa noche la embarqué a su casa, prometimos encontrarnos después. En la soledad de mi habitación con el televisor prendido, mientras veía en el programa de Beto y el Chino historias de romances prohibidos alucinaba mi historia. Mi propia historia.

Una noche del mes de Julio llegó un mensaje que anunciaba lo que ambos no decidimos conversarlo jamás. Solo una mensaje, creo que fue el 117, que manifestaba que la conFUSIÖN estaba causando estragos en ella, nunca me atreví a decirle que en mi sucedía lo mismo. Solo el silencio  y la soledad de nuestra habitaciones sabía las veces que nos pensabamos. Ella cuando me decía que en las celebraciones del cumpleaño de su padre, un diecinueve de Julio, bajo el ruido y el bailoteo la hacía moverse en su cama mientras escribía mensajes para mí. De la mismo forma que la recibía, apresurado como adolescente efervescente respondía a los suyos. Ese último mensaje fue leído deteninamente: Están tomando y no puedo dormir, solo pienso en ti. TKM,  (domingo 1:21 a.m), yo le respondí: que toda buena bruja halla en sus hechizos  la solución , inclusive para dormir. 

Ella respondió: Te mando un hechizo para que descanses, pero pensando en mí.

Esos mensajes aquella noche me hicieron imaginar un sin fin de situaciones, desde reconocer que aquella guapa señorita estaba desestabilizándome, hasta atreverme a salir corriendo e ir en búsqueda de ella, aunque sería inútil, a esa hora solo encontraría las calles desoladas, pirañas y fumones en la esquina de mi nuevo residencia.

Entonces comprendí la fuerza de los mensajes, ella me aclaró, mediante otro mensaje: La soledad termina aniquilando todo y si se le une la DISTANCIA, más aún... de verdad, creo que es mejor para ambos, no quiero que esto siga creciendo  por que me ará mas daño.

 Ese mensaje al final fue mortal. Y lo recordaba mientra me intoxicaba oyendo las letras de las Kursiles Romanzas de Daniel F. Esas letras del disco imprescindible del feo, siempre fue una debilidad en mi vida. Aquellas letras decián: Silencio que ensayan sombras e inciertos brotes de ambiegüedad, unos labios entre brumas y una boca ciega que aún podía mirar. Siempre estuve arañando tu sombra envolviendome en tu aroma y en tu andar. No volveré a escuchar palabras. No oiré nunca a tu corazón. Y ni pensar en buscar a alguién que se parezca un poco a ti....

Un lunes, a pocos días de dejarla de ver  la encontré en el otro local, un silencio siniestro me dio la bievenida, comprendía la fuerza sincera de su mensaje. Sabía decisión pensé. Sería lo mejor para ambos. Los mensajes ya habían dejado de despertarme o de inquietarla. Solo un silencio, preguntas de choclos, de los chichidadas para saber que había sido de ella. Algunos se atrevían a plantear hipótesis jocosas. Ambos sabíamos las razones  que a ella la habían llevado a separarse lentamente.


Una noche nos encontramos, conversamos casi nada, vi en sus ojos que no podía mantenerse cerca a mi, tuve que comprenderlo, le pedí que nos quedemos juntos solo ocho minutos. Fue así. Los minutos pasaron. Solo nos miramos fijamente, cruzamos algunas palabras, nos reimos por última vez, la hice reir, nos deseamos lo mejor, vaticinamos un futuro prometedor, con sonrisas y miradas desgarradoras nos despedimos, le dije que algún momento de nuestras vidas, una combi, una moto, una calle, un mensaje nos reencontraría. Ella sonrío amablemente. Se marcho regalándome una sonrisa que hasta hoy la recuerdo.

Meses despues la vi, iba rumbo al lugar donde la conocí, ella estaba en un paradero cerca a su casa, la vi como siempre radiante y llena de energías. No estaba más con nosotros, extrañabamos su sonrisa, extrañaba su presencia, su sonrisa, dejamos de mensajearnos, nunca intercambiamos mails. Después de aquella mañana hasta hoy no volvía cruzarme por sus pazos.

No hay peor manera de extrañar a alguien que estar sentado a su lado y saber que nunca sera tuyo...
G. Garcia Marquez...







3 comentarios:

  1. misma histori de amor o mejor dicho una gran historia cuidese

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  2. No hay peor manera de extrañar a alguien que estar sentado a su lado y saber que nunca sera tuyo es cierto eso eso doloroso

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