lunes, 31 de agosto de 2009

La muerte del Pavo Tello

Cuando él llego todavía no pasaba los 2 kilos, aún así causó mucha emoción en la familia. Mi nueva familia. Sus plumas aún pequeñas como su cuerpo y esas patas tan endebles ocasionaban risas espontáneas la noche que lo vieron llegar, yo no estuve. Me contó mi bella y fiel compañera. Al día siguiente fui conocerlo, era tan pequeño, eso sí su pico muy grande, unos ojos marrones intensos y las garras muy filudas. Esa mañana lo encontré en su jaula, de la que más adelante sería yo quién lo saque para dar rienda suelta a los instintos carroñeros que hasta hace poco no practicaba.
Pavo Tello fue creciendo como tantas aves tan mortales y sencillas como otras. Sus dueños, mis suegros, lo alimentaban fervorosamente día tras día, tarde tras tarde; le llevaban agua, cebolla china, y demás alimentos que a él le gustaba, o que sus dueños muy complacientes le proporcionaban. Fue en una primavera del año ocho que Pavo Tello llego a nuestras vidas, me cuentan que esa tarde todos sonrieron cuando Einstein, un primo que vivia en Los Olivos, lo trajo desde allá. Esa tarde gris y sombría subió a un "Chino" y se enrumbó hacia José Galvez. Cerca de hora y medio Pavo Tello estuvo en esa bolsa-costal- plástica. Fue el mejor regalo que Walter, hermano de mi inseparable compañera, había recibido hasta ese día. Vaya que sí sorprendió a todos.
Fue en el año nueve, después de doce meses de engorde que "Pavo Tello" estaba en la boca de todos. El barrio escuchaba su estruendoso gluglutear, era el canto que despertaba a la Villa donde ahora vivía. En cada reúnión familiar todos preguntaban: ¿Cúando van a matar a Pavo Tello?. El papito Hipolito decía que todavía no era su tiempo. Remotamente pensaba que sí matarían al inocente pavo para comérselo. Pobre Pavo Tello. No sabía lo que le esperaba. En las últimas reuniones ya todos algo presurosos repetían las mismas preguntas. Pavo Tello tenía sus días contados.
Una mañana del mes de Agosto, me llamaron muy temprano. Acudí presuroso, ignorando el por qué. De pronto, ví a Jaime, un tipo de 90 kilos y metro noventa de estatura. Tenía un botella en la mano, no sabía qué era. Saludé. Estiré mi mano, lo presionó con fuerza, como demostrando hombría. Vaya hombría, al cabo de un rato bajó el centinela de Pavo Tello y anunció lo que no imaginaba: Vas a ayudarnos a matar a Pavo Tello. Joderrr... Pensé. Matar a un pavo. Si yo no mato ni moscas. Cómo decidieron incluirme en su fatal decisión. Pobre pavo. Vería y participaría en su horrible muerte. No imaginaba como moriría tan bello ejemplar. ¿Lo sería?.
Me armé de valor-acaso es necesario- y empujado con la idea de "darle vuelta a Pavo Tello" pregunté: ¿Cómo lo vamos a matar?. Jaime respondió. Primero lo emborracharemos. Entonces comprendí la botella que ví en manos de aquel hombre tan colorado y robustecido, también pensé, y si mataríamos a Jaime ¿Cuántos kilos de carne saldría?, alimentaríamos a todo un familión, claro está, si es que alguién quisiera tragarse al pobre Jaimito.
Continuará....

2 comentarios:

  1. uhmmmm la verdad muy interesante jajajajjaja pero sabes k no me gusta leer pero sta xistoso pero te comiste solo el pavo ps no invitaste y encimalo cuentas y para la proxima al pavo se le da vino no pisco jajaja y si matarias a jaime seria ufff muy trabajoso y nose dejaria ni con todos sus hijos y tus cuñados podran tumbar a ese toro ajajja....y para la proxima sobra x lo menos un pco de su pexo del pavo ps ya jejejeje...

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